Aumentan las potencias, las especificaciones y las calidades generales de todos los componentes. Todo paso al frente de la industria de la telefonía obliga a reforzar el frente más delicado de los móviles: la batería. Y en ese sentido la carga inalámbrica supone un halo de esperanza.
En lugar de seguir caminando hacia la ampliación de capacidad, como hacen ya muchos fabricantes, algunos ingenieros han apostado por divergir hacia una solución diferente que pone el foco en el "cómo" y no en el "cuánto".
Hoy en Llamaya repasamos el funcionamiento de la carga inalámbrica, y sacamos a la luz algunos de los mejores terminales con esta práctica capacidad.
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Desarrollada y abandonada de forma intermitente en los últimos años, la conocida como carga por inducción, o carga electromagnética, podría suponer el futuro de las baterías en el sector, aunque no sin antes sortear importantes obstáculos.
La carga inalámbrica no es magia. Se tata de un campo electromagnético generado por unas almohadillas, cuya energía es canalizada y almacenada por un receptor instalado en el teléfono móvil.
A nivel técnico se le conoce como carga por inducción porque es así como funciona: una bobina de inducción convierte la electricidad de la corriente general en corriente alterna de alta frecuencia. Y de esta nace un campo electromagnético.
En ese momento la bobina colocada en el terminal activa el campo, que recoge la electricidad acumulada gracias a las propiedades del magnetismo, y a una señal intermitente intercambiada con el soporte.
Esta tecnología permite cargar el teléfono sin necesidad de cables, aunque con el requisito de tener que dejar el teléfono sobre una superficie mientras se rellena la batería.
La más conocida es la referida a los dispositivos móviles, pero lo cierto es que hay otras industrias que en los últimos años se han mostrado mucho más interesadas en esta tecnología.
Para muchos expertos la carga inalámbrica representa el futuro más prometedor de los vehículos eléctricos.
El motivo es evidente: permitiría eliminar de la ecuación las engorrosas instalaciones de puntos de carga convencionales.
Con el paso del tiempo el sistema se ha ido perfeccionando, pasando de poderse transmitir unos pocos vatios, a soportar kilovatios desde una distancia interesante.
Con ello esta carga saltó de los teléfonos, portátiles y la electrónica de consumo en general, a otros ámbitos.
En la actualidad algunas empresas manufactureras emplean la carga inalámbrica en procesos de fabricación. Destaca la automatización industrial y el ensamblado de vehículos.
El potencial recién descubierto de la tecnología llevó a muchas empresas a desarrollar distintos enfoques.
En unos pocos años la competencia terminó desapareciendo, con la consecuente concentración en dos soluciones distintas.
Podría parecer la más interesante, pero es en realidad la más problemática. Este tipo de carga se produce a 50 centímetros de distancia gracias al trabajo de dos bobinas de cobre en una misma frecuencia. En el proceso pierde energía y puede producir calambres.
También llamada carga inductiva. Esta requiere que el dispositivo y el soporte estén en contacto físico. Así evita posibles calambres, y al mismo tiempo pierde eficiencia respecto a un sistema de cableado convencional.
Ambos tipos de cargas se diferencian entre sí por los llamados estándares; protocolos de desarrollo a seguir, que fragmentan el mercado entre las fabricantes que escogen uno u otro.
A día de hoy el protocolo más exitoso y acogido por las compañías es "Qi". Este funciona mediante el sistema electromagnético previamente descrito, y por lo tanto requiere contacto directo entre el móvil y el cargador.
Fue desarrollado por la organización Wireless Power Consortium (WPC), y funciona en rangos que pueden rondar los 40 milímetros, con cargas de entre 0 y 5W. Son ampliables hasta los 120W si el aparato a cargar es un portátil.
Compañías como Apple, Lenovo, LG, Xiaomi o LG apuestan por este protocolo al ofrecer menos complejidad, y resultar mucho más seguro en términos de inversión; su funcionamiento está asegurado, y no está expuesto a pérdidas de energía.
El disidente en este caso es el estándar PMA, que ha ido siendo rechazado por las empresas debido al riesgo que supone su implantación.
Y es que, emplea la conocida carga por inducción. Lo que se traduce en más distancia, pero también en más interferencias.
Con este sistema se pueden cargar dispositivos hasta una distancia de varios metros, aunque la escasa estabilidad de la conexión la hace descartable desde el punto de vista empresarial.
La primera compañía que se atrevió a implementar la carga inalámbrica fue Nokia. En 2012 llegó al mercado el Lumia 920, aunque por entonces la tecnología todavía no estaba lo suficientemente desarrollada.
Poco después se sumó Google con el Nexus 4 de LG, y en los últimos años otras tantas fabricantes han querido apostar por la carga inalámbrica.
Todas ellas optando por el protocolo Qi que también terminó abrazando Apple en la octava generación de sus terminales.
Ahora resulta incluso complicado escoger entre todos los modelos que ofrecen esta funcionalidad. A continuación resaltamos algunos de los que también poseen las especificaciones más atractivas:
Estos son solo algunos de los muchos modelos que ofrecen la carga inalámbrica, pero durante los próximos años, el abaratamiento de costes y la mejora de la tecnología permitirá multiplicar la oferta.
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